Compartimos este post en el que os contamos algunas curiosidades sobre la saliva, esperamos que os sea interesante.
Segregamos entre 1 y 1,5 litros al día.
Los adultos sanos solemos hacerlo a un ritmo de aproximadamente 0,4 mililitros por minuto en reposo y 2 en estimulación. Si producimos menos de la mitad, probablemente estemos ante un caso de xerostomía (síndrome de la boca seca). Generalmente, los hombres segregan más cantidad de saliva que las mujeres.
Protege nuestra boca.
La saliva tiene importantes propiedades protectoras al contener una buena variedad de agentes antimicrobianos, así como factores de crecimiento, proteínas, carbohidratos y electrolitos que facilitan la integridad de las mucosas y los procesos de cicatrización. Su ausencia irrita los tejidos blandos de la boca, lo que puede hacerlos más susceptibles a las infecciones y provocar un aumento de caries. En las encías, la sequedad aumenta la placa bacteriana y la incidencia y gravedad de la enfermedad periodontal. Además, la saliva protege nuestros dientes ya que, por un lado, regula el pH y neutraliza los ácidos generados por la fermentación de los alimentos; y, por otro, ayuda a la remineralización dentaria gracias a su contenido en calcio y fosfatos.
Sin ella no tendríamos sentido del gusto.
No sólo lubrica nuestra boca para poder hablar correctamente y prepara la comida para su posterior digestión. También es necesaria para detectar el sabor de los alimentos. Haz la prueba: sécate la lengua con una servilleta y después prueba un trozo de alimento. Notarás que no tiene sabor. En cambio, al beber un poco de agua, con el alimento aún dentro, podrás comprobar cómo recupera su sabor. Para que este experimento sea más efectivo, pueden vendarte los ojos y darte a probar un alimento sin que sepas cuál es, así el cerebro no podrá engañar a nuestro sentido del gusto con la información que recibe por la vista.
¿Por qué sucede esto? Porque los receptores químicos de nuestras papilas gustativas únicamente pueden funcionar en un entorno líquido. Por ello, la saliva se encarga de humedecerlos para que puedan realizar su tarea correctamente, de ahí que al secar la lengua de estos receptores se inhiban, y con ellos el sabor.
Fuente: buccasana.es